En 1983, Elon Musk tenía 12 años y era una rareza entre los niños de la época, que no tenían la pasión por la computación, que es tan común entre los de hoy. Su obsesión era tal, que aprendió a programar a punta de manuales, con tal acierto que, a tan corta edad, se inventó el videojuego Blastar y lo vendió por 500 dólares.
Así comenzó el hombre cuyas polémicas y coqueteos con la farándula eclipsan a veces su estatura de visionario, empeñado en hacer pasar a la raza humana de terrestre a interplanetaria de maneras que cambiarán sus relaciones con los componentes más importantes de su realidad: el tiempo y la distancia, como lo observó Rolling Stone.
Desde mediados de 2020 las acciones de la automotriz vienen impulsadas por las expectativas de los negocios verdes. La acción costaba 312,89 dólares hace un año y esta semana llegó a 900 dólares. Eso empujó su valoración bursátil a 800.000 millones de dólares, que para algunos analistas es exagerada. Al comparar el nivel de ingresos y utilidades con el precio de la acción, expertos advierten que solo se podría recuperar el capital en 1.600 años.
En 2020, Tesla produjo 500.000 unidades, cifra que contrasta con los casi nueve millones de vehículos que vendió Toyota, valorada en 210.000 millones de dólares. Pero el auge bursátil de Tesla ha desatado todo tipo de rumores, incluidos los que advierten una posible burbuja. Lo cierto es que la acción no para de subir mientras sus inversionistas, muchos jóvenes y antisistema, mantienen una conexión emocional con la marca. Y con Musk.
Hay quienes comparan esa devoción con una religión que idolatra la personalidad de su polémico líder y fundador. Eso ayuda a que las acciones sigan al alza, a pesar de que ni sus ganancias ni su producción justifiquen sus elevados precios.
ComentarioS(1)
Muy buen post. Gracias por compartirlo.
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