Deslizándose por las laderas nevadas de la Antártida y surcando las aguas heladas, los pingüinos parecen perfectamente adaptados a su entorno. Pero estas carismáticas aves no siempre fueron los acróbatas acuáticos no voladores que conocemos hoy: la evolución del vuelo a la natación exigió un conjunto casi totalmente nuevo de habilidades, formas corporales y funciones.
Una nueva investigación usó una combinación sin precedentes de registros fósiles y datos genómicos para trazar esa evolución como nunca antes se había visto, y para examinar cómo el clima moldeó el destino de los pingüinos.
«Los pingüinos son el producto más entretenido de la evolución», afirma Daniel Ksepka, coautor del estudio y paleontólogo aviar del Museo Bruce de Greenwich (Connecticut, Estados Unidos). «Han adaptado un modelo corporal y un estilo de vida totalmente diferentes a los de sus antepasados».
Además, la investigación revela que estos animales presentan la tasa de evolución más lenta entre todas las aves, lo que significa que su ritmo de mutaciones genéticas ha disminuido significativamente desde su cambio a la vida marina tras la extinción masiva. Según los autores del estudio, esta situación pone en duda su capacidad para adaptarse rápidamente al vertiginoso ritmo del cambio climático moderno.
Más de la mitad de las cerca de 18 especies de pingüinos vivas, que habitan en lugares tan diversos como Brasil, Nueva Zelanda y Sudáfrica, han sido declaradas como amenazadas o vulnerables por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN).
«Los pingüinos modernos parecen tener menos herramientas para sobrevivir a estos rápidos cambios ambientales que los pingüinos antiguos, debido a esta disminución del ritmo evolutivo«, explica Vanesa De Pietri, paleontóloga aviar de la Universidad de Canterbury, en Nueva Zelanda, quien no participó en el estudio.